La Plaza Mayor en sus orígenes fue conocida como la plaza
del Arrabal, al situarse en el arrabal de Santa Cruz, fuera del recinto amurallado
de la ciudad. Muy cerca de la famosa puerta de Guadalajara, en la confluencia
de los caminos de Toledo, Alcalá y Atocha. El lugar elegido fue una antigua
laguna desecada perteneciente a la familia de los Lujanes. La Plaza estaba
formada por un mercado sin ningún orden ni concierto, bajo los soportales de
algunas de las casas de los comerciantes que vivían en esta zona, en su mayoría
judíos.
El hecho de elegir este apartado lugar para el comercio,
no era otro que evitar el portazgo, la tasa comercial que había que pagar por
la venta de mercancías dentro de la ciudad. De esta manera, las mercancías que
se vendían en la plaza del Arrabal eran más baratas que en los mercados
intramuros. Esto creó un gran movimiento de mercaderes y compradores en torno a
este lugar, convirtiéndose en poco tiempo en una de los plazas más frecuentadas
por los madrileños.
En el año 1463 Enrique IV, hermano de Isabel la Católica,
concedió a la Villa de Madrid el privilegio de celebrar todos los meses una
feria. En un primer lugar se empezó a celebrar en las inmediaciones de la
desaparecida iglesia del Salvador, pero finalmente ésta acabó trasladándose a
la ya famosa y animada plaza del Arrabal. Seguir
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