Tánger, comentario de Leopoldo Ceballos López.
Tánger ostentó la capitalidad diplomática de Marruecos desde finales del
siglo XVIII hasta la segunda década del XX lo que obligó a residir en la ciudad
a los cónsules de una decena de países que se rodearon de un considerable número
de conciudadanos que junto con los marroquíes – musulmanes y judíos -
imprimieron a la ciudad una personalidad multiétnica, plurinacional y
multilingüe y, en definitiva, internacional y cosmopolita.
Tánger fue, además, durante su historia contemporánea, ciudad refugio
donde acudieron, en distintas épocas y circunstancias, gran número de exiliados
y de emigrantes que buscaban en Tánger la seguridad, la libertad, las
oportunidades de trabajo o la paz que no tenían en sus países de
origen.
Tánger funcionó institucionalmente, en la práctica y con ciertos matices,
como una ciudad-estado sometida a la soberanía del Sultán. Los tres poderes,
legislativo, ejecutivo y judicial, así como la administración de la zona
correspondían a distintos órganos en los que trabajaban funcionarios de una
decena de países. Este desarrollo institucional que ha sido único en la historia
imprimió un carácter especial a la ciudad.
Tánger no estuvo sometida a un régimen colonial. La clase dominante que
dirigía política y económicamente la ciudad estaba compuesta por extranjeros y,
principalmente, por marroquíes, ya fueran musulmanes o judíos. Otro tanto
ocurría en las otras clases sociales como la burguesía, la clase media y el
proletariado. Las diferencias sociales se establecían, básicamente, en función
del nivel económico y cultural de los individuos y – salvo algunas excepciones -
no por la nacionalidad o la religión.
Por otra parte, gracias a la competencia que se estableció entre los
principales países presentes en Tánger se crearon magníficos centros de
enseñanza que rivalizaron entre sí. Existía, además, una amplísima oferta
cultural a través de numerosas bibliotecas, librerías, cines, teatros y otros
centros culturales.
Aunque las bases sociales y morales de la ciudad – musulmanas, judías y
cristinas - eran muy conservadoras se aplicaban leyes liberales – vivre et
laissez vivre - que permitieron que cada cual, a nivel personal, hiciera lo que
le viniera en gana con tal de que no molestara al vecino. El excepcional
liberalismo y permisividad que reinaba en Tánger atrajeron a la ciudad, desde
principios del Estatuto, a una serie de escritores, artistas e intelectuales,
muchos de ellos, internacionalmente famosos, y algunos de ellos geniales. Muchos
de ellos, a través de sus escritos o de sus actividades crearon una visión de
Tánger, promiscua y libertina, muy distinta a la que era en realidad,
colaborando a la creación del mito que aún hoy perdura.
En Tánger se impuso la tolerancia, entendida, en su significado más noble como respeto y consideración hacia las opiniones, creencias o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras. Tal tolerancia que en Tánger fue muy amplia fue fruto, en parte, de las leyes que garantizaban la más absoluta libertad religiosa y la neutralidad y libertad política y económica. También, fue el premio al equilibrio con el que funcionaban las diferentes instituciones internacionales de la ciudad en las que trabajaban individuos de muy diversas procedencias. Posiblemente, fuera también consecuencia del contrapeso que se estableció entre las distintas nacionalidades y religiones que convivían en Tánger ya que ninguna de ella, dominaba, totalmente, a las demás. En definitiva creo que las claves para entender lo que fue el Tánger internacional son la libertad, el equilibrio y la tolerancia.