San Lino
San Lino (del latín: Linus), conocido
también como Papa Lino o Lino de Volterra, fue el sumo
pontífice de la Iglesia católica entre el año 67 y el
año 76.
Según las listas episcopales más antiguas de la Iglesia
de Roma, Lino habría sido el primer sucesor de san Pedro al frente de
la comunidad romana, por lo cual la Iglesia católica lo considera el
segundo papa.Lino es todavía hoy un personaje enigmático debido a la
escasez de la información que se conserva acerca de él. Su nombre aparece
mencionado en la Biblia. seguir
San Anacleto
Este nombre es sólo otra forma para Anacleto, el segundo sucesor de San Pedro. Es verdad que el Catálogo Liberiano, una lista de Papas del siglo IV, llamado así porque termina con el Papa Liberio (murió 366), contiene ambos nombres, como si fueran diferentes personas. Pero esto es un error, debido evidentemente a la existencia de dos formas del mismo nombre, una es una abreviación de la otra. En el antedicho catálogo la sucesión papal es: Pedro, Lino, Clemente, Cleto, Anacleto. Este catálogo, sin embargo, es la única autoridad previa al siglo VI (Liber Pontificalis) que distingue dos Papas bajo los nombres de Cleto y Anacleto. seguir
San Clemente
San Clemente fue el tercer sucesor de San Pedro (después
de Lino y Cleto) gobernando la Iglesia desde el año 93 hasta el 101.
El año 96 escribió una carta a Los Corintios, que es el
documento Papal más antiguo que se conoce (después de las cartas de San Pedro).
En esa carta da muy hermosos consejos, y recomienda obedecer siempre al
Pontífice de Roma (entre otras cosas dice: "el que se conserva puro no se
enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y no una
conquista nuestra").
Por ser cristiano fue desterrado por el emperador Trajano
a Crimea (al sur de Rusia) y condenado a trabajos forzados a picar piedra con
otros dos mil cristianos. Las actas antiguas dicen que estos le decían:
"Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos de las promesas de
Cristo".
San Ireneo (que vivió en el siglo segundo) dice que
Clemente vio a los santos apóstoles Pedro y Pablo y trató con ellos.
Las Actas antiguas añaden que allá en Crimea convirtió a
muchísimos paganos y los bautizó. Los obreros de la mina de mármol sufrían
mucho por la sed, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros
de distancia. El santo oró con fe y apareció allí muy cerca una fuete de agua
cristalina. Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas
conversiones más.
Un día las autoridades le exigieron que adorara a
Júpiter. Él dijo que no adoraba sino al verdadero Dios. Entonces fue arrojado
al mar, y para que los cristianos no pudieran venerar su cadáver, le fue atado
al cuello un hierro pesadísimo. Pero una gran ola devolvió su cadáver a la
orilla.
San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma en el año 860
los restos de San Clemente, los cuales fueron recibidos con gran solemnidad en
la Ciudad Eterna.
San Evaristo
Nació por los años 60, de una familia judía asentada en
tierras griegas. Recibió educación judía y aprendió en los liceos helénicos.
No se conocen datos de su conversión al cristianismo,
pero se le ve ya en Roma como uno de los presbíteros muy estimados por los
fieles que, lleno de celo, eleva el nivel de la comunidad de cristianos de la
ciudad, entregándose por completo a mostrarle a Jesucristo. Amplio conocedor de
la Sagrada Escritura, es docto en la predicación y humilde en el servicio.
Muerto mártir el Papa Anacleto, sucesor de Clemente, la
atención se fija en Evaristo. Por humildad se resistió con todas las fuerzas
posibles a asumir la dignidad que comportaba tan alto servicio. El día 27 de
Julio del año 108 tuvo la Iglesia por Papa a Evaristo.
Atendió cuidadosamente las necesidades del rebaño:
Defiende la verdadera fe contra los errores gnósticos. Establece normas que
afectan a la consagración y trabajo pastoral de los Obispos y de los diáconos.
Manda la celebración pública de los matrimonios. Se ocupa de la vida de los
fieles, esbozándose ya una cierta administración territorial, para su mejor
atención y gobierno. También escribió cartas a los fieles de África y de
Egipto.
Murió mártir, siendo Trajano emperador, hacia el 117.
La iglesia del tiempo cada día crece en número, pero está
perseguida por las leyes; es silenciosa y fuerte en la fe, oculta y limpia en
las obras; vive dentro del Imperio en estado latente, desplegando poco a poco
su potencialidad al soplo del Espíritu.
San Alejandro I
Roma; 105-115.Romano. Elegido en 105. Murió en el 115,
fue discípulo de Plutarco. Se le atribuye la institución del agua bendita en
las iglesias y en las casas y la disposición de que la hostia fuera hecha
exclusivamente con pan ácimo.
Las fechas exactas de su pontificado son objeto de
polémica entre los historiadores ya que mientras Duchesne lo sitúa entre el 106
y el 115, Lightfoot lo sitúa entre el 109 y el 116.
Existe muy poca evidencia histórica de este pontífice. El
historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea, lo cita para decir que su
pontificado duró diez años, e Ireneo de Lyon lo incluye como uno de los doce
primeros papas en su obra Adversus haereses publicada en el 180 d.C.
La tradición dice que instituyó el uso del agua bendita,
a la que había que añadir sal, para purificar las casas cristianas, e introdujo
en la eucaristía el pan ácimo y el vino mezclado con agua.
También se dice que sufrió martirio al ser decapitado
junto a San Evencio y San Teódulo, aunque esta tradición, que data del siglo V,
es objeto de polémica desde que, en el siglo XIX, fueron descubiertos en la vía
Nomentana, a las afueras de Roma, los restos de tres personas decapitadas y
aunque en un principio se atribuyeron a Alejandro I y a sus dos compañeros de
martirio y se trasladaron a la iglesia de Santa Sabina, el cuerpo que en un
principio se atribuyó a este Papa parece correponder a otro santo llamado
también Alejandro.
Considerado santo por la Iglesia Católica, su festividad
se celebra el 3 de mayo.
Hacia el 115, al final del pontificado de Alejandro I,
como obispo de Roma, Ignacio de Antioquía escribe a los romanos ensalzando la
dignidad de la Iglesia de Roma.
Autor: Xavier Villalta