Se cumplen 75 años de la muerte de este gran poeta universal, Miguel Hernández. Sellos Ficción le recuerda con este sencillo homenaje...
Miguel Hernández
(Orihuela, 1910 - Alicante, 1942) Poeta español. Adscrito
a la Generación del 27, Miguel Hernández destacó por la hondura y autenticidad
de sus versos, reflejo de su compromiso social y político. Nacido en el seno de
una familia humilde y criado en el ambiente campesino de Orihuela, de niño fue
pastor de cabras y no tuvo acceso más que a estudios muy elementales, por lo
que su formación fue autodidacta.
Su interés por la literatura lo llevó a profundizar en la
obra de algunos clásicos, como Garcilaso de la Vega o Luis de Góngora, que
posteriormente tuvieron una marcada influencia en sus versos, especialmente en
los de su etapa juvenil. También conoció la producción de autores como Rubén
Darío o Antonio Machado. Participó en las tertulias literarias locales
organizadas por su amigo Ramón Sijé, encuentros en los que se relacionó con la
que luego fue su esposa e inspiradora de muchos de sus poemas, Josefina Manresa.
Con veinticuatro años viajó a Madrid y conoció a Vicente
Aleixandre y a Pablo Neruda; con este último fundó la revista Caballo Verde
para la Poesía. Las ideas marxistas del poeta chileno tuvieron una gran
influencia sobre el joven Miguel, que se alejó del catolicismo e inició la
evolución ideológica que lo conduciría a tomar posiciones de compromiso
beligerante durante la Guerra Civil Española (1936-1939). Seguir
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.