El día que murió su padre, Lina Morgan no canceló su
función. «Fue el día más triste de mi vida», confesó en una entrevista. Era el
estreno de Vaya par de gemelas en La Latina, su teatro. «Es mejor que
suspendamos», le dijo su hermano José Luis. Pero ella se negó: «La gente
no tiene la culpa de que papá se haya muerto».
Lina no canceló aquel estreno. Según Andrés Peláez,
exdirector del Museo Nacional del Teatro y una de las voces que analiza su
trayectoria, «porque entendió que el dolor en el escenario sería más llevadero». Al
fin y al cabo, las tablas eran su refugio. Quizá por eso, cuenta la leyenda,
esa noche hizo reír al público como nunca. «Muchos dicen que fue la mejor
función que hizo en su vida», revela Jesús García Orts, su biógrafo, y puede
que acabara siendo también el mejor homenaje a la primera persona que confió en
ella.
Asistente de un sastre, Emilio López siempre apoyó las
ambiciones artísticas de su hija. «Emilio nunca faltó a un estreno», revela
García Orts, autor de Lina Morgan: de Angelines a Excelentísima Señora. Seguir
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