La expresión de sentimientos en abierto aún resulta más
llamativa si el protagonista es varón, sostiene la neurocientífica y doctora en
Psiquiatría Xaro Sánchez. Parte de la sociedad sigue relacionando llanto con
debilidad. La tradición cultural dejaba los papeles claros: el hombre, fuerte
por naturaleza, se controla de forma espartana; la mujer, delicada y sensible,
necesita desahogarse mediante lágrimas. Este patrón aún perdura en ciertos ambientes, aunque se diluye poco a poco. “La forma de expresar los
sentimientos ha vivido un cambio importante de la mano de la evolución social;
si un hombre está seguro de sí mismo, tranquilo, no tendrá reparos en mostrar
lo que siente”, argumenta el psiquiatra Pere Planas. Seguir
se les dice desde niños.
Los hombres no lloran...
se les recuerda día tras día.
Llorar es cosa de niñas...
insisten una y otra vez
y ellos obedientes reprimen sus sentimientos
y se tragan todas las lágrimas.
Pero al final, los hombres también lloran. Les cuesta
romper esos mandatos,
les cuesta arrancar esas corazas, pero cuando les sacuden el alma,
los hombres también lloran.
Lloran por la ausencia de una madre...
Por las personas que han amado...
Por cada uno de sus muertos...
Por los desengaños y las traiciones...
Quizás no los veas,
quizás no lloren frente a sus hijos, pero cuando el miedo
les atenaza,
cuando el dinero no alcanza,
cuando los amigos fallan,
cuando las fuerzas se acaban,
en silencio y a escondidas,
los hombres también lloran.
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