Santa Mónica es la madre de San Agustín, prototipo de
madres por su constancia y oración hasta lograr la conversión de su hijo. Nació
el año 332 en Tagaste. Sus padres la casaron con Patricio, que era un buen
trabajador, pero de genio fuerte. La hizo sufrir bastante con sus desplantes y sus frecuentes estallidos de ira. Tuvieron tres hijos: dos varones
y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor
Agustín, la hizo sufrir durante años.
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho
rezar de su esposa y su generosidad con los pobres, nunca se oponía a que ella
se dedicara a estas buenas obras. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su
esposo. Al fin alcanzó de Dios la gracia para que en el año de 371 Patricio se
hiciera bautizar.
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo
mayor era extraordinariamente inteligente, y lo enviaron a Cartago. Agustín tenía 17 años empezando a llegarle
a Mónica noticias de que el joven llevaba una vida nada santa y que se había hecho socio de una secta llamada de
los Maniqueos.
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