Marianela creció en un orfanato en Brasil. Su madre bebía de más y
su padre, aunque nunca la llegó a violar, la maltrataba. El indicio de que
llegaría el momento en el que no sabría cuándo parar se le hizo claro a
Marianela a medida que pasaba el tiempo.
“Creo que no fue que decidí irme... es que no quedaba de otra”, “Un
día mis papás tuvieron una de esas discusiones clásicas, un vecino llamó a la
Policía y creo que los moretones que yo tenía pusieron tan clara la historia que
ni siquiera me preguntaron nada. Yo tenía 10 años cuando me llevaron al
orfanato”.
“Me pasó exactamente lo mismo que en las películas, era demasiado
grande como para que a alguien le interesara adoptarme”. Por eso, explica “tomé
la misma actitud: fui violenta y, según yo, rebelde. Cuando cumplí 18 dejé de
hacerme la fuerte. Ya era el mundo real”.
“Tuve la suerte de que una de las psicólogas que trabajaba en el
orfanato me había agarrado cariño”, comenta, y, por un segundo, su mirada se
pierde en el recuerdo. “Me ayudó a poner los pies en la tierra: logramos
conseguirme mi primer trabajo y de allí en adelante las cosas fueron
mejorando”.
“Pueden decir lo que quieran: que en los orfanatos maltratan a los
niños, que no hay suficiente comida, que están siempre sucios”, explica
Marianela.
Y algunas de esas cosas, dice, “son ciertas. Pero no lo cambiaría
por nada: se que la vida que tengo ahora se la debo a ese lugar: si no hubiera
llegado allí, no sé dónde hubiera ido a parar”.
Efectos psicológicos de vivir en orfanatos “Crecer en una
institución, como un orfanato, significa un factor de riesgo para un niño”,
explica el psicólogo clínico Isaías Madrid, “pero muchas veces se convierte en
la única protección que tienen estos niños que fueron abandonados y/o
abusados”.
Hay cuatro tipos de abusos que son comunes en los niños que viven en
estas instituciones: físico, sexual, psicológico o por negligencia, y los
vestigios que estos dejan sobre ellos ocasionan, en muchos casos, que
desarrollen personalidades agresivas.
Madrid explica que, al crecer en un orfanato, muchos niños “pueden
ver que su mundo está en amenaza, que son constantemente agredidos y configuran
la idea de que la vida, él y los demás no valen nada”. Vivir con tales nociones,
indica el psicólogo, “les lleva a tornarse hostiles y ofensivos ante los
demás”.
“Pueden estar expuestos a niños con diferentes tipos de salud
mental, incluso, en ocasiones, a niños con proceso de esquizofrenia en
formación, los cuales son altamente violentos” indica Madrid.
La mayoría de los niños llegan a estas instituciones a edades
avanzadas: esto limita, casi por completo, sus posibilidades de ser adoptados en
un hogar que prometa ofrecerles un mejor futuro.
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