Hacemos un alto en la historia quijotesca para recordar las escenas que nos narra su autor sobre el ejército de ovejas.
En estos coloquios iban los dos, cuando nuestro caballero
vio venir por el camino una grande y espesa polvareda. Se volvió a Sancho y le
dijo:
- Éste es el
día, ¡Oh Sancho!, en el que se ha de demostrar el valor de mi brazo. Hoy haré
obras que quedarán escritas en el libro de la fama por los siglos de los
siglos. ¿Ves aquella polvareda, Sancho? Pues es un gran ejército que por allí
viene marchando.
- Pues serán dos
- dijo Sancho -, porque por allí se levanta otra polvareda igual.
Se volvió don
Quijote y vio que era verdad. Se alegró sobremanera pensando sin duda alguna
que eran dos ejércitos que venían a embestirse en mitad de aquella espaciosa
llanura, porque tenía a todas horas la fantasía llena de las batallas, los
encantamientos, desatinos, amores y desafíos que en los libros de caballería se
cuentan. La polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas de
ovejas y carneros que se dirigían al mismo camino desde dos sitios diferentes.
Y con tanto ahínco afirmaba don Quijote que eran ejércitos, que Sancho se lo
creyó.
- Señor, ahora
¿qué hemos de hacer nosotros? - dijo Sancho.
- ¿Qué? Ayudar a
los necesitados y desvalidos. Este ejército que viene de frente lo conduce el
gran emperador Alifanfarón, señor de la isla Trapobana; y este otro que marcha
a mis espaldas es el de su enemigo, el rey de los garamantas, al que llaman
Pentapolín del Arremangado Brazo porque siempre entra en las batallas con el
brazo derecho desnudo.. Seguir
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