La Catedral de
Cuenca,
símbolo del poder eclesiástico, fue el primer edificio que se comenzó a
construir, tras la conquista de la ciudad, en el lugar donde se emplazaba la
antigua alcazaba musulmana. Según Lampérez, restaurador de la fachada, es
el más claro ejemplo de protogótico conquense, y considerada como más temprano
ejemplo de Gótico en España.
Puede sorprendernos en un primer momento la magnitud
de sus dimensiones,
excesivamente grandes para la escasez de la población y la modesta economía de
la ciudad en aquella época, aunque, por estar envuelta y enmascarada por
construcciones posteriores, no lo parezca a primera vista.
Sea
como fuere, es una obra
magnífica y la que más habría
de influir en el desarrollo del gótico en Castilla-La Mancha,
prevaleciendo su influjo sobre la Catedral
de Toledo,
cuyo esfuerzo constructivo apenas quedó sin repercusiones, exceptuando dos
aspectos: la colocación del coro en el centro de la nave mayor, y no en el
presbiterio, como era habitual en las catedrales francesas, y la audaz solución
de la girola.
Es
un edificio
complejo con restos de transición del Románico al
Gótico de finales del siglo XII, otros del siglo XIII y otros del siglo XV, un
edificio más que discutido en cuanto a influencias. Para unos, sus bóvedas
sexpartitas manifiestan un influjo cisterciense borgoñón; para otros, el empleo
de doble crucero, decoración de dientes de sierra y la torre linterna cuadrada,
manifiesta un influjo inglés.
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