En sus cien años aproximados de existencia, Mimar Sinan
tuvo tiempo de vivir dos vidas, una como militar y otra como alto cargo de la
corte otomana. Tres, si contamos con el hecho de que, en la adolescencia, lo
arrancaron de su familia, modificando su nombre y religión. Cada una de ellas
lo preparó para la siguiente, pero fue en su espléndida madurez, e incluso en
su vejez, cuando emprendió las obras que lo harían pasar a la posteridad como
el mejor arquitecto otomano del período clásico, toda una leyenda del arte
islámico.
A priori, sin embargo, nuestro protagonista no estaba
destinado a ser una persona importante. Tal vez por ello, su fecha y lugar de
nacimiento se pierden en la bruma. Desde luego, no ayuda el hecho de que los
archivos que podrían haber arrojado luz sobre el tema se incendiaran en el
siglo XIX.
Aun así, se supone que vino al mundo con el nombre de
Yusuf entre 1488 y 1490, en algún lugar de la Capadocia, probablemente en la
aldea de Ağırnas, que en aquella época estaba poblada, mayoritariamente, por
familias cristianas de origen griego. Allí, el pequeño Yusuf debió de tener
ocasión de recorrer las estancias subterráneas que hoy constituyen el principal
atractivo turístico de la localidad, una de las muchas ciudades de cuevas
abovedadas y túneles típicas de la zona. Seguir
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