Marisa Paredes creció soñando con la fantasía y la
bohemia del teatro. Desde su casa, situada en la plaza de Santa Ana de Madrid,
frente al edificio del Teatro Español, observaba fascinada la vida de la
farándula y de las grandes damas de la escena. Su primera oportunidad le llegó
gracias a la compañía de Conchita Montes, donde trabajaba de meritoria. La
fiebre había prendido y pese a la negativa de su padre, obstinada, siguió con su
empeño gracias al apoyo incondicional de su madre, el gran referente de su
vida.
En los años sesenta se curte sobre todo en el teatro y en la televisión
gracias al célebre programa escénico Estudio 1 . Entre sus primeros pinitos en
el cine destaca El mundo sigue (1960), de Fernando Fernán-Gómez. Pero su
carrera en el cine no despega hasta los años ochenta. Actúa en Ópera Prima
(1980), debut de Fernando Trueba, y tres años después en Entre Tinieblas, de
Pedro Almodóvar. En 1986 llegará uno de los grandes puntos de inflexión de su
trayectoria gracias a Tras el cristal, de Agustí Villaronga, creador esencial
en su vida. Seguir
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