Al-Mutanabbi nació en Kufa, actual Irak, hijo de un
aguador, aunque decía provenir de linaje noble. Allí pasó la primera etapa de
su vida, en estancias entre el campo y la ciudad; del primero adquirió su
dureza y su tendencia tribal, del segundo su ciencia y su cultura (Kufa
rivalizaba entonces con Bagdad como faro de sapiencia). Las fuentes árabes
afirman que destacó por su precoz inteligencia e improvisaba versos ya a los
diez años. A esa edad pasó dos años con las tribus beduinas del desierto y
adquirió con ellos un dominio perfecto del árabe clásico. A su retorno a Kufa
en 927 frecuentó los amòientes cármatas y adquirió una visión pesimista de la
existencia.
Aspirando a la fama y la riqueza se dedicó por entero a
la composición de panegíricos y en 928 llegó a Bagdad. Después inició una
peregrinación por las diversas ciudades del califato abasí, en busca de un
mecenas que lo sostuviese. Adquirió fama de ser un erudito excelente y un
incansable investigador que pasaba las noches leyendo frecuentando las tiendas
de los libreros. El influjo del mesianismo cármata lo hizo pasar entre los
beduinos sirios por profeta, de donde le vino el apodo de Al-Mutanabbi, que
significa «el que se las da de profeta». Le tocaron tiempos revueltos en los
que vivir, cuando se desintegraba el califato abasí y creció durante la
expansión de la revolución de los cármatas en la península arábiga, por la parte
del sur de Irak y en el centro del aš-šām. Sin duda le atrajo el mesianismo de
esta revolución y la apoyó en Siria; por ello pasó dos años en la cárcel por
orden de las autoridades de Homs, salió en 935. Seguir
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