Había
una vez un espantapájaros que estaba en medio de un campo. Estaba clavado en el
suelo y su trabajo consistía en asustar a los pájaros, para que no se comieran
las plantas que allí crecían. Era muy orgulloso y presumido. Se creía muy
importante y pensaba que no necesitaba de nadie. Cuando por su lado pasaba algún
animal, le decía:
-
¿Has visto que hermoso soy? ¿A que no has visto nunca un espantapájaros tan bien
hecho como yo?
Pero
los animales se marchaban sin decirle nada. Una vez, vio un águila volando por
el cielo. La llamó y le preguntó:
-
Águila, de todos los espantapájaros que has visto, ¿a que yo soy el más hermoso ?
Y
el águila respondió:
-
Es posible que sí. Pero deberás agradecérselo al quien te hizo así.
El
espantapájaros, irritado, le dijo:
-
¡Yo no le debo nada a nadie! ¡Si soy el mejor y el más hermoso, es porque lo he
conseguido sin ayuda !
Un
día de mucho sol, estaba el dueño trabajando en el campo. Como no llevaba
sombrero, cogió el gorro que le había puesto al espantapájaros. Éste se puso
furioso, pero la cosa no acabó ahí. La mujer del dueño se había quedado sin
calabazas. Recordó que para hacer el espantapájaros, le pusieron una calabaza
como cabeza. Y fue a por ella para poder cocinarla aquel día. El hijo mayor
también tuvo que coger la ropa vieja que le habían puesto al espantapájaros,
porque quería disfrazarse para la fiesta del carnaval.
Así
que, el espantapájaros orgulloso, que creía no deberle nada a nadie, resultó que
todo lo que era, era gracias a lo que otros le habían dado.
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