No se sabe mucho de su niñez. Viajó a España con su padre para
cobrar una herencia a mediados de los años 20 y se quedó. Empezó en Argentina con un
pequeño papel con José Padilla en cuyo estreno, nada más pisar la escena,
se desmayó. Más tarde, como vicetiple en la comedia musical Las
corsarias en los años veinte y
cantante de tangos, pero pronto se convirtió en un fenómeno teatral y en una
famosísima vedette de la escena madrileña apoyada siempre por
el maestro Francisco Alonso, especialmente a partir del sonado estreno de
la revista "Las
leandras" en 1931.
Las razones del éxito de Celia Gámez no son fáciles de comprender
a quienes no la vieron, puesto que no era una belleza arrebatadora, no tenía una
gran voz, ni era una bailarina consumada; no obstante, como en el caso de Mistinguett, su personalidad llenaba la
escena, tenía evidente magnetismo y sabía organizar a su alrededor espléndidos
espectáculos a medio camino entre la revista y la opereta, de los que salieron
muchísimas melodías populares y en los que dieron sus primeros pasos artistas
como: Concha Velasco, Lina Morgan, Esperanza Roy, Tony Leblanc, etc. Durante bastantes años
elevó considerablemente el tono generalmente bajo de las populares revistas.
También hizo cine (vg. "Rápteme usted," historia del falso rapto de una estrella
con propósito publicitario), pero su éxito de pantalla tuvo escaso alcance.
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