El relato del Nuevo
Testamento, muy breve y propio del evangelio de
Mateo, narra cómo un ángel se aparece en sueños a José y le ordena que huya a Egipto junto con a
María y Jesús, pues
el rey Herodes lo
estaba buscando para matarle (la matanza de los
inocentes). José obedece; y al cabo de un tiempo
indeterminado, muerto ya Herodes, se le ordena volver de un modo similar. El
propio evangelista ve en el episodio un cumplimiento de una profecía del Antiguo
Testamento: de Egipto llamé a mi
hijo. (Oseas, 11, 1).
Exégesis
En la exégesis
bíblica, esta presencia de Cristo en Egipto se asocia a la
historia de José,
el hijo de Jacob, que continúa con la cautividad de los
judíos en Egipto y culmina con la historia de Moisés narrada en el Éxodo. La presencia de judíos en Egipto es una constante de la historia del Antiguo Oriente
Próximo. En la época de Jesús se trataba de una comunidad
muy próspera y helenizada, asentada en Alejandría y la zona del Delta del
Nilo.Ya a principios del siglo XX, Jean Juster enumeró una
larga serie de ciudades egipcias bajo el régimen del Imperio
romano en las que
moraban colonias judías.
El verbo «huir» utilizado en el evangelio de Mateo como parte de la expresión del ángel:
«...toma al niño y a su madre y huye a Egipto...» (Mt 2:13), acompañado
por la sobriedad del relato, es contrario al tono usado por la literatura
apócrifa en general, que se basa en milagros para hacer más fáciles las
cosas. Egipto era el país clásico de
refugio político por ser provincia romana. Allí había muchos judíos, colonias
florecientes y barrios habitados por ellos que prestaban socorro a sus
conciudadanos.
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