Lo que
se viene celebrando unánimemente todos los 2 de abril de cada año, desde 1967,
es el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, fecha reservada por
Naciones Unidas para promover el gusto por la lectura entre los más jóvenes.
Como ya la mayoría de lectores sabrán, con esa fecha también se trata de rendir
homenaje al escritor danés Hans Christian Andersen, que nació el 2 de abril de
1805. La vida de este conocido autor es en sí misma una llamada de atención
sobre la importancia del hábito de la lectura y un ejemplo de determinación y
vitalidad. Su familia era muy pobre, tanto que en ocasiones vivió en la más
cruda indigencia. Por si eso fuera poco, cuando tenía 11 años su padre murió,
por lo que tuvo que dejar la escuela, a pesar de lo cual, sentía el ímpetu de
leer cualquier libro que cayese en sus manos, devorando con fruición incluso
las obras de Shakespeare. Su formación fue en mayor medida autodidacta, y
fue gracias a ese tesón lo que le impulsó a lanzarse a escribir poesía y
más tarde artículos sobre viajes (“viajar es vivir”, decía), logrando así
satisfacer su gran pasión: viajar, aprender y conocer a otros escritores
famosos como Charles Dickens. Escribió también teatro, ópera y novelas,
viajó por toda Europa y fue adquiriendo fama tras la publicación de sus cuentos
de hadas. Escribió alrededor de 168, de los que los más famosos son El traje
nuevo del emperador, La sirenita, El patito feo, Las zapatillas rojas, El
soldadito de plomo y La pequeña cerillera, este último dedicado a su madre,
quien, a pesar de su pobreza, había alentado la imaginación y las aspiraciones
del pequeño Hans, todo un ejemplo a seguir para los padres y madres de hoy día.
CARTA A LOS NIÑOS DEL MUNDO
Los lectores a menudo le preguntan a los escritores cómo escriben sus historias - ¿de dónde salen las ideas? Provienen de mi imaginación, contesta el escritor. Ah, claro, suele contestar el lector. Pero, ¿dónde está tu imaginación, de qué está hecha y es cierto que todo el mundo tiene una?
Bueno, responde el escritor, está en mi cabeza, por supuesto, y está compuesta de imágenes y palabras y recuerdos y rastros de otras historias y palabras y fragmentos de cosas y melodías y pensamientos y rostros y monstruos y formas y palabras y movimientos y palabras y olas y arabescos y paisajes y palabras y perfumes y sentimientos y colores y rimas y pequeños chasquidos y silbidos y sabores y explosiones de energía y acertijos y brisas y palabras. Todo ello girando ahí dentro y cantando y comportándose como un caleidoscopio y flotando y sentándose y pensando y rascándose la cabeza.
Por supuesto que todo el mundo tiene imaginación: sin ella, no seríamos capaces de soñar. No obstante, no toda imaginación tiene las mismas cosas dentro de ella. Probablemente, la imaginación de los cocineros contenga en su mayoría sabores, de la misma manera que la imaginación de los artistas contendrá sobre todo colores y formas. La imaginación de los escritores está principalmente llena de palabras.
Para los lectores y oyentes de historias, sus imaginaciones también se nutren de palabras. La imaginación de un escritor trabaja y da vueltas y da forma a las ideas, a los sonidos, a las voces, a los personajes y a los acontecimientos hasta convertirlos en una historia; esta historia no está compuesta de otra cosa que no sean palabras, batallones de garabatos desfilando por las páginas. Entonces ocurre que, de pronto, llega un lector y esos garabatos cobran vida. Siguen estando en la página, siguen pareciendo garabatos pero también están retozando en la imaginación del lector, y éste da forma e hila las palabras para que la historia ahora tenga lugar en su cabeza, como tuvo lugar en la cabeza del escritor.
Este es el motivo por el cual el lector es tan importante para una historia como lo es el escritor. Solo hay un escritor para cada una de ellas, pero hay cientos o miles o incluso a veces millones de lectores de historias, que leen en el mismo idioma que el del escritor o que quizás hasta lean traducciones en muchos otros idiomas diferentes. Sin el escritor, no nace el cuento; sin todos los miles de lectores alrededor del mundo, el cuento no llegará nunca a vivir todas las vidas que puede vivir.
Todo lector de una historia tiene algo en común con los otros lectores de esa misma historia. Separadamente, aunque también de alguna manera juntos, ellos han recreado la historia en su propia imaginación: una acción que es tanto privada como pública, individual como común, íntima como internacional.
Es posiblemente lo que los humanos hacen mejor.
¡Seguid leyendo!
Siobhán Parkinson
Autora, editora, traductora
y ganadora del premio Premio na nÓg
Traducción: Paula Sanz
Autora, editora, traductora
y ganadora del premio Premio na nÓg
Traducción: Paula Sanz
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