El 1° de mayo
de 1886 la huelga por la jornada de ocho horas estalló de costa a costa de los
Estados Unidos. Más de cinco mil fábricas fueron paralizadas y 340.000 obreros
salieron a calles y plazas a manifestar su exigencia. En Chicago los sucesos
tomaron rápidamente un sesgo violento, que culminó en la masacre de la plaza
Haymarket (4 de mayo) y en el posterior juicio amañado contra los dirigentes
anarquistas y socialistas de esa ciudad, cuatro de los cuales fueron ahorcados
un año y medio después.
Cuando los
mártires de Chicago subían al cadalso, concluía la fase más dramática de la
presión de las masas asalariadas (en Europa y América) por limitar la jornada de
trabajo. Fue una lucha que duró décadas y cuya historia ha sido olvidada,
ocultada o limpiada de todo contenido social, hasta el punto de transformar en
algunos países el 1.° de mayo en mero “festivo” o en un día franco más. Pero
sólo teniendo presente lo que ocurrió, adquiere total significación la fecha
designada desde entonces como “Día Internacional de los
Trabajadores.
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