El esplendor del jueves 7 de junio de 1708 fue suficiente para que el almirante José Fernández de Santillán (conde de Casa Alegre) y comandante del galeón San José, viera con optimismo la posibilidad de zarpar hacía España. Al día siguiente, la imponente embarcación conocería el fondo del mar.
Como si se tratara de un presagio, el tiempo cambió notoriamente, las nubes, como un manto gris, cubrieron el océano mientras una suave llovizna golpeaba la cubierta del barco que a paso lento avanzaba hacia costas españolas, quizá por el peso del armamento y los pasajeros, pero más que eso, por las piezas de oro y plata que llevaba en su interior y que muchos calculan en, por lo menos, 5.000 millones de dólares.
La tarde de ese fatídico 7 de junio se aproximaban por el norte varios buques enemigos. Los gritos de los vigías españoles dieron el aviso. Las 13 embarcaciones que acompañaban el capitanía San José alistaron su defensa. Las esperanzas de los tripulantes se hundieron al igual que la embarcación. seguir
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