El
Tocororo o Tocoloro, (nombre Científico: Priotelus Temnurus) es un ave endémica
de Cuba. Fue escogida como ave nacional por resumir en su pequeña anatomía los
colores de la bandera cubana. Parte de su plumaje es verde y recuerda los campos
de la Isla; su pecho es de plumas blancas; su vientre, de un intenso plumaje
rojo; las plumas azules de la cabeza le conceden el necesario retoque de
elegancia; y el negro, el gris y los tornasoles acaban por convertirlo en una
obra de arte.
Es
un ave que no puede vivir en cautiverio, muriendo de tristeza si se
enjaula. Esta avecilla pertenece a la familia de los Trogónidos,
la misma del Quetzal, Ave
Nacional de Guatemala que fue venerada por muchos siglos en América por
los Incas,
los Mayas y los Aztecas.
El
Tocororo, habita en las alturas de montes y bosques espesos, se puede
encontrar en la Sierra
Maestra en la provincia de Oriente, aunque ha sido vista en las partes más
altas de la Sierra del Escambray en Santa Clara, y con menor frecuencia en la
Sierra de los Órganos en Pinar del Río.
Los aborígenes le llamaban "guatini", un
nombre que continúa dándosele en algunas de las provincias que componen la
región oriental del archipiélago.
Es
un ave de escasa movilidad y puede permanecer en reposo por largo tiempo con su
pescuezo encogido y extasiada ante el paisaje, para moverse sólo cuándo necesita
procurarse alimento, como frutas e insectos, que componen su menú principal.
Durante la caza sus movimientos son rápidos y precisos, aunque sólo recorre
cortas distancias.
El macho
posee mayor tamaño que la hembra y se conoce éste, por la poca consistencia de
su pico. La hembra aprovecha para construir sus nidos en los huecos dejados en
los árboles por los pájaros carpinteros, sus huevos son blancos y en número de 3
o 4, emitiendo un sonido muy peculiar: “to-co-ro-ro”, de donde procede su
nombre. .El
Tocororo está en peligro de extinción y no se encuentra en ninguna otra
parte del mundo.
Afianzado como la más bella de todas las
aves cubanas disfruta al máximo de su libertad en los campos del archipiélago.
Confiado, seguro, encanta a quienes le ven y rechaza a los atrevidos que,
olvidando el legado de sus antepasados, intentan encerrarlo para disfrutarlo en
privado.
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