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sábado, octubre 26, 2013

Agustina de Aragón

Agustina Raimunda María Zaragoza y Domènech (Saragossa de auténtico apellido, como se fijó en 1903 cuando fueron halladas sus partidas de bautismo y de primer matrimonio), llamada «Agustina de Aragón» (Barcelona, bautizada el 6 de marzo de 1786– Ceuta, 29 de mayo de 1857), fue una defensora de Zaragoza durante los Sitios, en la Guerra de la Independencia Española.
A principios del siglo XX se estableció sin lugar a dudas su nacimiento en 1786 en la ciudad de Barcelona, concretamente en el barrio de La Ribera, en la calle de Sombrerers. Hija de Francesc Ramon Saragossa i Labastida, obrero, y de Raimunda Domènech i Gasull, ambos naturales de Fulleda (Lérida), fue bautizada el 6 de marzo de 1786 en la basílica de Santa María del Mar de Barcelona, contigua a la calle donde nació.
Agustina se casó a los 17 años con Joan Roca i Vilaseca, cabo de artillería, el 17 de abril de 1803 en la iglesía de Santa María del Pino de Barcelona. El matrimonio tuvo un hijo varón cuyo nombre se desconoce, que murió de corta edad. Su marido participó desde el principio en la Guerra de la Independencia Española, tomando parte en la batalla del Bruch. Los acontecimientos de la guerra los llevaron a él y a Agustina a Zaragoza.
Durante el asedio de esta ciudad, Agustina llevó a cabo la acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se aprestaron a tomarla al asalto. Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomando la mecha de manos de un artillero herido consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda que los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez más. 
Había nacido el mito de Agustina de Aragón o La Artillera, nombre que se le dio a partir de entonces a la mujer, que, en un momento en que eran tan necesarios los ejemplos de heroísmo, pasó a ocupar un lugar destacado en las páginas de los libros de historia de España.
Nuevamente la leyenda cuenta que, enterado el general Palafox de tal hazaña, mandó llamar a la joven y allí mismo, sobre el campo de batalla, la felicitó y concedió el distintivo de subteniente con el uso de los escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: "Defensora de Zaragoza" y "Recompensa del valor y patriotismo". La realidad es algo más sobria: Palafox efectivamente admitió a Agustina dentro del cuerpo de artilleros, pero como artillero raso. Probablemente el nombramiento tenía tanto de práctico como de honorífico: la pertenencia al cuerpo de artilleros proporcionaba a Agustina el derecho a comer del rancho de los soldados, lo que no era desdeñable en una ciudad sitiada. Posteriormente, sin embargo, Agustina conseguiría sucesivamente los galones de Sargento y de Subteniente.
A pesar de haber salido airosa de su gesta, Agustina no cesó en su empeño de defender su ciudad de los franceses y participó activamente en la defensa de otros sitios de Zaragoza. El 21 de febrero de 1809 y tras dos meses de frenética resistencia, la ciudad maña no pudo aguantar la presión de las tropas napoleónica y cayó irremediablemente. Agustina fue tomada prisionera y liberada en un canje. Recorrió gran parte de España como animadora de los ejércitos, donde su gesta se había hecho muy conocida. Casó en segundas nupcias en Ceuta con Juan Cobo de Belchite y Maspera, teniendo de ese matrimonio una hija llamada Carlota.
Murió en su domicilio de la calle Soberana Nacional (actualmente calle Real) número 37 de Ceuta, el 29 de mayo de 1857, a los 71 años de edad, a causa de una bronconeumonía, siendo enterrada en el cementerio de Santa Catalina de dicha ciudad. Hasta 1870 no fueron trasladados sus restos a Zaragoza, descansando primero en el Pilar y, desde el 14 de junio de 1908, en la capilla de la Anunciación de la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo, donde son venerados como los de una gran heroína que con valor y decisión repelió las adversidades. Se la considera como uno de los símbolos más representativos de la resistencia española contra los invasores napoleónicos.

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