Medina Azahara:
Situada a unos 8 kilómetros al oeste de Córdoba, en las últimas estribaciones de Sierra Morena, en la ladera del Yabal al-Arus,frente al valle del Guadalquivir y orientada de norte a sur, sobre un espolón de la sierra, entre dos barrancadas, que se adentra en la campiña se encuentra Medina Azahara o Madinat al-Zahra, calificada como el Versalles de la Edad Media. Fue elegido por los extraordinarios valores del paisaje, permitiendo desarrollar un programa de construcciones jerarquizadas, de tal manera que la ciudad y la llanura extendida a sus pies quedaban física y visualmente dominadas por las edificaciones del Alcázar. Su implantación en el territorio generó una red viaria e infraestructuras hidráulicas y de abastecimiento para su construcción, conservada en parte hasta la actualidad en forma de restos de caminos, canteras, acueductos, almunias y puentes.
Carruajes:
Los
coches de caballos han acompañado a la humanidad a lo largo de su historia de
muy diversas formas. Desde la tipología más económica, como la carreta utilizada
para trabajar por el agricultor para transportar su productos de pueblo en
pueblo, hasta los más lujosos carruajes reales, pasando por los de la burguesía.
Pero cuando apareció el automóvil, el carruaje se convirtió en la melancolía del
recuerdo y en un deporte apto sólo para una minoría.
Aun
podemos ver en la ciudad de Córdoba algunos de estos carruajes dedicados al
turismo que enseñan al turista la ciudad corbobesa.
Judería de Córdoba:
Córdoba vivió una época esplendorosa cuando tres
pueblos (cristiano, judío y musulmán) con sus religiones correspondientes
convivían pacíficamente, ofreciendo al mundo ejemplo de tolerancia e inteligente
civilización. Las tres lenguas de babel se las ingeniaban para coexistir y cada
pueblo para rezar en armonía y en sus propias lenguas a su dios. Caminando por
la Judería, por la Calle de los Judíos encontramos en la actualidad una
magnífica estatua en bronce dedicada a Maimónides,
el gran filósofo y médico judío cordobés. Él buscaba la verdad, el sentido de la
vida, buscaba el conocimiento, la razón que permite a los hombres ser mejores.
Maimónides rechazaba la fe ciega en credos, en ese fanatismo que anula toda
libertad de pensamiento y de acción. Maimónides disfrutaba de esa Córdoba de la libertad,
del respeto del otro.
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