Corría el año 1254 cuando el Rey Alfonso X, también
llamado el Sabio, hijo de Fernando III el Santo otorgaba el permiso para la
celebración en Sevilla de dos ferias anuales, una de primavera en abril y otra
de otoño en San Miguel.
De ambas se tenía lejanos recuerdos cuando en 1846 dos
sevillanos de adopción, concejales del Ayuntamiento hispalense, el vasco José
María Ybarra y el catalán Narciso Bonaplata, se les ocurría la hermosa idea de
su restauración. seguir
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