Nabucco
fue el primer éxito decisivo de Verdi. Sus melodías, armonías y ritmos se
vinculan todavía nítidamente a Donizetti, son simples en estructura, pero de un
efecto dramático innegablemente fuerte. Cada nota parece tener una auténtica
sangre teatral que entusiasma de manera irresistible. El 09 de marzo de 1842 se
estrenó triunfalmente en la Scala de Milán. La melodía del coro "Va pensiero",
que surgió en primer lugar, se convirtió en la canción de súplica y combate de
todos los patriotas italianos que se identificaban con el pueblo hebreo en su
hora más difícil y se esforzaban por liberarse de la dominación
extranjera.
Había en este libreto dos aspectos que impresionaron especialmente a Verdi. La simpatía por el pueblo hebreo sometido, que lo llevó espontáneamente a una comparación simbólica con los italianos que vivían en las regiones del país ocupadas por los austriacos, y el fuerte elemento religioso, que le prestó apoyo precisamente en esa época casi atea de su existencia. Allí se expresaba la fe que podía mover montañas, y estaba claramente plasmada la victoria de los que luchaban por Dios contra el materialismo pagano.
Había en este libreto dos aspectos que impresionaron especialmente a Verdi. La simpatía por el pueblo hebreo sometido, que lo llevó espontáneamente a una comparación simbólica con los italianos que vivían en las regiones del país ocupadas por los austriacos, y el fuerte elemento religioso, que le prestó apoyo precisamente en esa época casi atea de su existencia. Allí se expresaba la fe que podía mover montañas, y estaba claramente plasmada la victoria de los que luchaban por Dios contra el materialismo pagano.
Nabucco fue el primer éxito decisivo de Verdi. Sus melodías, armonías y ritmos se vinculan todavía nítidamente a Donizetti, son simples en estructura, pero de un efecto dramático innegablemente fuerte. Cada nota parece tener una auténtica sangre teatral que entusiasma de manera irresistible. La pieza maestra de la partitura es el coro «Va pensiero», una melodía pausada, nostálgica y llena del más profundo sentimiento, en que violentos arrebatos alternan de manera espléndida con atribulados susurros.
El
compositor alemán Otto Nikolai (autor de Las alegres comadres de Windsor) había
cosechado prometedores éxitos en la Scala de Milán. Entre los libretos que se le
habían ofrecido para ulteriores composiciones se encontraba también el proyecto
de Solera para Nabucco. Pero Nikolai no se interesó. Merelli, el empresario de
la Scala (hoy diríamos el director artístico), un nombre que casi merece el
título honorífico de profeta de Verdi, insistió al joven compositor italiano
para que pusiera en música aquel argumento. Mostró con ello una confianza fuera
de lo común, pues Verdi había triunfado con Oberto pero también había fracasado
totalmente con Un giorno di regno. Además, le había afectado profundamente la
muerte de su joven esposa y de sus dos hijos, de manera que atravesaba una
profunda crisis anímica. Merelli impuso formalmente el libreto al compositor;
cuando éste lo arrojó sobre la mesa al regresar a su casa (Verdi relata el
episodio en un breve esbozo autobiográfico), se abrió solo y Verdi leyó la frase
«Va pensiero sull'ali dórate...». En el mismo instante se le ocurrió la melodía
para estos bellos versos. Y escribió la ópera en un arrebato creativo sin
pausa.
El 9 de marzo de 1842 se estrenó triunfalmente en la Scala de Milán. La melodía del coro, que surgió en primer lugar, se convirtió en la canción de súplica y combate de todos los patriotas italianos que se identificaban con el pueblo hebreo en su hora más difícil y se esforzaban por liberarse de la dominación extranjera. La misma melodía sonó en el entierro del maestro, casi sesenta años más tarde, y para entonces ya se había convertido en un himno nacional, que todo niño italiano hasta el día de hoy conoce.
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