Cuenta la leyenda, que un joven noble de nombre Voto (en
algunas versiones, Oto), vino de caza por estos parajes cuando avistó un
ciervo. El cazador corrió tras la presa, pero ésta era huidiza y al llegar al
monte Pano, se despeñó por el precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en
tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vio una pequeña cueva
en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y, en el interior,
halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés. Impresionado por el
descubrimiento, fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes y junto a su hermano
Félix se retiró a la cueva, e iniciaron una vida eremítica.
Este sería el inicio del Monasterio del que escribía don
Miguel de Unamuno:
...la boca de un mundo de peñascos espirituales
revestidos de un bosque de leyenda, en el que los monjes benedictinos, medio
ermitaños, medio guerreros, verían pasar el invierno, mientras pisoteaban la
nieve jabalíes de carne y hueso, salidos de los bosques, osos, lobos y otros
animales salvajes.
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