No hay que fiarse del aspecto petrificado que ofrece la delgada silueta de la Garza Real, inmóvil al borde del agua. La garza no desdeña nada.
La Garza Real cría preferentemente en grupos, en árboles altos. Estas colonias, o «pajareras», reúnen en general algunas decenas, como mucho, de parejas, aunque en otros países, a veces, son mucho más numerosas en regiones de marisma o carrizales. Las «pajareras» del centro y sur de España, donde suelen criar varias especies juntas, tienen un aspecto muy pintoresco, y constituyen un admirable espectáculo con sus idas y venidas, sus querellas acompañadas de roncos gritos y los árboles llenos de grandes aves de color claro.
Relativamente escasa hace 15-20 años en España, la Garza Real ha colonizado nuevas zonas del occidente español y la población ha aumentado sensiblemente en los últimos años. Parece que, después de la cría, las aves se dispersan en todas direcciones y a distancias de uno o varios cientos de kilómetros. En invierno, es ave común en cualquier pantano, charca grande o ribera de río, merced al gran número de individuos que, procedentes de otros puntos de Europa, alcanzan la Península para invernar.
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