La estación del Norte, que vino a sustituir a otra
anterior, vería el comienzo de sus obras en 1907 y se prolongarían diez años.
De la mano del ingeniero Enrique Grasset corrió el diseño de la cubierta o
marquesina, una gran estructura metálica única sobre apoyos mínimos. La
estructura fue suministrada por la acreditada casa madrileña Gasset, trasladada
por partes a Valencia y montada gracias a un puente móvil a lo largo de las
vías, sobre el cual iba una poderosa grúa para subir y colocar en su lugar las
diversos elementos que la completarían. Sus dimensiones superaban a otras de
capitales europeas tan importantes como París, Berlín y Viena. Con 15.476
metros cuadrados frente a los escasos 5.000 de la antigua terminal, destacaba
un gran y suntuoso edificio de viajeros con la fachada principal en la calle de
Játiva. Constituye uno de los mejores edificios de la arquitectura civil y es
punto de referencia monumental y representativo de la ciudad. Su estilo se
adscribe al movimiento modernista, dentro de la corriente denominada 'Sezesión
Vienesa'. Demetrio Ribes utilizó elementos decorativos autónomos y singulares
propios del modernismo. Y, como en otros conjuntos, destaca el reloj de bronce,
de la compañía Caminos de Hierro del Norte, y su remate, un mundo bajo un
águila, la imagen de la velocidad.
Considerada por los especialistas ferroviarios una de las
estaciones más bonitas de España, es una edificación tardía, si se compara con
el resto de terminales de la lista. Las obras comenzaron en 1927, dirigidas por
el Ingeniero Marcelino Enríquez, pararon en 1932, para volver a reiniciarse en
1935 y ser nuevamente detenidas durante la Guerra Civil. El edificio no vuelve
a reactivarse hasta mediados de siglo y por fin fue inaugurado en 1958, un año
después de ponerse en servicio la línea Medina del Campo-Zamora-Orense-Vigo
(cuyas siglas MZOV perdurarían al margen de la actividad ferroviaria). Encarada
al núcleo urbano, en su fachada de 88 metros puede contemplarse una caricatura
de los Reyes Católicos, como gustan de asegurar los lugareños, que presumen de
esta joya de la arquitectura. En las guías turísticas la definen como un
edificio de inspiración renacentista cuyas arcadas y antepechos calados
recuerdan al estilo gótico tardío. Reducida casi a su estado parafuncional de
monumento, antaño su cantina gozó de gran fama nocturna, aunque mucho menos que
el recibidor de ámbito romántico. El cuerpo central, de porte edilicio, delata
la sobria arrogancia de las plazas mayores de Castilla, con el reloj y el
escudo del colegio de Ingenieros de Caminos y Puertos, quienes diseñaron la
estación.
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