Aunque lo hemos
insertado en la etiqueta de tradiciones, no era ni es una tradición, sino una necesidad. Dice el dicho que no se valora algo hasta que no sé es
carente de ella. En los tiempos que vivimos, al menos aquí en España, tenemos
agua en nuestros hogares, el hecho de tenerla olvidamos muchas de las veces el
gran valor que tiene que esté a mano sin tener que salir a buscarla.
He conocido en mi madre el tener que ir a las fuentes públicas del
pueblo a por agua potable, otras veces también a algunas huertas porque estaban
más cercanas, allí la vendían, un cántaro en la cabeza y otro en la cadera,
toda una odisea de equilibrio y de esfuerzo para el cuello.
Cuando tuve por fin bicicleta me tocaba ir con ella a la
fuente con aguaderas y dos cántaros, en las fuentes había que esperar grandes colas para llenarlos, sobre todo en verano era agotador porque el chorro de agua
era débil y tardaba mucho en llenarse.
Más tarde, a un buen señor se le ocurrió vender el agua con
una cisterna por las calles, llevaba una trompeta y haciéndola sonar avisaba a
los vecinos que el aguador había llegado.
En las casas teníamos la cantarera, ese lugar casi siempre
incrustado en la pared para ubicar los cantaros. En verano dejábamos el botijo,
nosotros le llamábamos porrón, al fresco de la noche y a la mañana siguiente
daba gusto tomar de esa agua, no había entonces frigoríficos.
Recordar esas vivencias me hace ser consciente del valor del
agua y de tenerla a mano, en el mundo millones de personas no tienen aún acceso
al agua potable, quien ha vivido la ausencia de ella en el domicilio sabe
valorar el gran regalo que es contar con ese recurso y lo importante que
es no derrocharla.
Hoy traemos a la memoria
ese trabajo de ir a buscar agua a las fuentes, las aguadoras y aguadores
en sellos ficción.
José Cortés
No hay comentarios:
Publicar un comentario