El Espantapájaros, que había estado muy preocupado pensando cómo podía
resolver el asunto, les dijo:
- Amigos míos, mal hacéis en
venir a amenazarme, pues nadie más que yo se preocupa por el bienestar de
vosotros, y al fin he encontrado una solución, pero antes tenéis que ir donde el
ratón y rogarle que venga a hablar conmigo, y yo os prometo que mañana tendréis
los granos que necesitáis para vivir felices en mi comarca.
Todos se fueron llenos de esperanza y comisionaron a la golondrina para que fuera a hablar con el ratón, con
quien tenía amistad por vivir ambos en la casa del hombre, y le
dijera que el Espantapájaros tenía un asunto muy importante que
comunicarle.
El ratón llegó por la noche y el Espantapájaros le dijo:
-Te he llamado porque sólo tú puedes sacarme de un gran apuro en que
estoy, y es que el hombre me ha dicho que si permito a los pájaros llevarse
algunos granos del sembrado, él me echará al fuego; pero sucede que también los
pájaros me amenazan con abandonar esta comarca si no los proporciono qué comer,
y el hombre verá entonces que mis servicios son inútiles y también me echará al
fuego. Quiero que tú vayas al granero del hombre y en el lugar menos visible,
hagas un agujero por donde puedan los pájaros, antes que raye el alba y el hombre se levante,
aprovisionarse a sus anchas de todos los granos que necesitan, y a cambio de
eso, yo te prometo la amistad más firme y servirte de hoy en adelante en
todo lo que tú me solicites, aunque para ello sea necesario cualquier sacrificio de mi
parte.
Al ratón le parecieron buenas las razones y esa misma noche dejó
concluido un agujero en una de las esquinas del granero, donde el hombre no
podría notarlo por estar a la sombra de unas zarzas tupidas, y en cambio, de
mucha facilidad para que los pájaros entraran y salieran en la madrugada,
llevando todo el comestible que necesitaran, quedándoles así el resto del día
libre para cantar, pasear y regalarse con sabrosos postres de moras y otras
frutas que encontraran al azar en el campo.
El día siguiente el Espantapájaros les comunicó la buena nueva a las
avecillas, que desde entonces vivieron en esa comarca sin mayores dificultades; el hombre continuó sus labores
muy satisfecho de recoger íntegramente sus cosechas; y el Espantapájaros vivió
también feliz, enriqueciendo su sabiduría con el canto de los pájaros y la
lección de las estrellas.
Fernando Luján
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