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Se agradece infinitamente a todos los autores de las imágenes empleadas para elaborar estos singulares sellos de ficción porque, sin ellas no hubiese sido posible. Por la complejidad de su elaboración en muchos casos resulta imposible hacer referencia de los mismos. sellosficcion@gmail.com

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jueves, marzo 02, 2017

Alejandro Magno (IV)


En el año 332 a. C., Egipto estaba bajo el dominio persa. Ese mismo año, Alejandro Magno entró triunfante en Egipto como vencedor del rey persa Darío III y los egipcios lo aceptaron y lo aclamaron como a un libertador. Hay que tener en cuenta además, que en Egipto había desde mucho tiempo atrás gran cantidad de colonias griegas y que por lo tanto no eran considerados como extranjeros.

En abril de 331 a. C., fundó la ciudad que llevaría su nombre en un lugar del delta del Nilo, sobre un poblado llamado Rakotis habitado por un puñado de pescadores. La elección del emplazamiento fue muy afortunada pues estaba al abrigo de las variaciones que pudiera tener el río Nilo, y por otro lado, lo suficientemente cerca de su curso como para que pudiesen llegar a través de sus aguas las mercancías destinadas al puerto, a través de un canal que unía el río con el lago Mareotis y el puerto.

Al este de Alejandría en la antigüedad (donde ahora está la bahía de Abu Kir) hubo varias islas y pantanos donde desde el siglo VII a. C. existían importantes ciudades como Canopo y Heracleion. Esta última fue redescubierta recientemente bajo el agua.

El lugar estaba frente a una isla llamada Faro, que con el tiempo y las múltiples mejoras que se harían quedaría unida por un largo dique a la ciudad de Alejandro. El arquitecto que realizó esta obra se llamaba Dinócrates de Rodas. El dique tenía una longitud de siete estadios (185 m cada estadio), por lo que se le llamó Heptastadio (Επτασταδίων). La construcción del dique conformó dos puertos, a ambos lados: el Gran puerto hacia el este, el más importante; y el Puerto del buen regreso (Εύνοστος), al oeste, que es el que continúa utilizándose en la actualidad. Seguir


Era el hombre más poderoso de la tierra, pero en el año 323 a.C, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir 33 años, murió víctima de una extraña enfermedad y en unas circunstancias muy oscuras. Su fallecimiento es una incógnita histórica de primera magnitud.
Sabemos, gracias a los textos del historiador griego Diodoro, que el 2 de junio, 12 días antes de su muerte, Alejandro participó en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa, en el palacio de Nabucodonosor II, en Babilonia. Tras una noche de borrachera, en la que Alejandro bebió un enorme bol de vino en honor a Hércules, el emperador cayó gravemente enfermo. Diodoro cuenta que Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, nauseas y vómitos. En unos días fue incapaz de andar y, más tarde, de hablar. Seguir



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