El Hombre que plantaba árboles
Para que el
carácter de un ser humano excepcional muestre sus verdaderas cualidades, es
necesario contar con la buena fortuna de poder observar sus acciones a lo largo
de los años. Si sus acciones están desprovistas de todo egoísmo, si la idea que
las dirige es una de generosidad sin ejemplo, si sus acciones son aquellas que
ciertamente no buscan en absoluto ninguna recompensa más que aquella de dejar
sus marcas visibles; sin riesgo de cometer ningún error, estamos entonces
frente a un personaje inolvidable.
Hace
aproximadamente cuarenta años, yo hacía una larga travesía a pie, en las
regiones altas, absolutamente desconocidas para los turistas, en la vieja
región de los Alpes que penetra hasta La Provenza.
Esta región
está delimitada al sureste por el curso medio del Durance, entre Sisteron y
Marabeau; al norte por el curso superior del Drome, después de su nacimiento,
justo al oeste, por las planicies de Comtant Venaissin y al pie de monte de
Mont-Ventoux. Comprende toda la parte norte del Departamento de Bases - Alpes,
el sur del Drome y un pequeño enclave de Vaucluse.
En el momento
en el que emprendí este largo viaje, entre los 1200 y 1300 metros de altitud,
el paisaje estaba dominado por desiertos, eran tierras tomadas por la
monotonía. Lo único que podía crecer ahí eran lavandas silvestres. Seguir
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