ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN
Estamos ante un óleo manierista – estilo justo anterior al
barroco- donde el pintor quiere destacar la santidad de Jesús, al que adorna con
una corona. El torso desnudo –y un tanto exagerado- a nuestra derecha, enseña
la destreza del artista para el dibujo del cuerpo humano, típico del
Renacimiento tardío y del manierismo. El que aparezcan niños, quiere enfatizar
el contenido de la liturgia que se celebra en ese día –Domingo de Ramos-, en el
que se hace alusión, a los “hijos de los hebreos”.
La popularidad de Jesús había ido creciendo sin parar. Al
mismo tiempo, también se incrementó la aversión de los principales del órgano
de gobierno religioso: el Sanedrín. La razón de la popularidad del nazareno lo
era porque Jesús hablaba con corazón manso y humilde (Mat, 11, 18-30), con
autoridad (Marcos 1,22), curaba enfermos, y convertía a los pecadores (Lucas 5,
27-32), a los cuales comprendía, y les daba la oportunidad de su conversión. El
odio del Sanedrín, sin embargo, provenía del quebrantamiento continuo que Jesús
hacía de la Ley, aunque si la quebrantaba, era siempre por un motivo mayor que
la Ley misma: el Amor. La curación de un enfermo, el hambre de sus apóstoles o
la ignorancia de las multitudes. Tampoco el Sanedrín aprobaba el que Jesús no
odiase al invasor romano. Al contrario, Jesús siempre tendía la mano a todos, fuesen
lo que fuesen. Y no soportaban que el Galileo conversase con pecadores y les
tuviera enorme comprensión. SEGUIR
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