El evento que supone el Año Jubilar caravaqueño tiene su
base en un hecho religioso, cuya trascendencia se remonta a
casi ochocientos años. La presencia de la Santísima y Vera Cruz en estas
tierras desde el siglo XIII, y en la que la tradición religiosa y la fe
cristiana considera depositada una astilla del «Lignum Crucis» en que murió
Jesucristo; guardada por los caballeros Templarios y, tras su desaparición, por
la Orden de Santiago.
Este hecho ha supuesto el desarrollo de un culto
enraizado y admitido por la Iglesia Católica, hasta el punto de asignársele por
el Vaticano (siglo XVIII) el culto de latría, equivalente al tributado al
Santísimo Sacramento. Esta realidad trascendió los estrictos límites
geográficos locales y nacionales, convirtiéndose Caravaca de la Cruz en un
punto neurálgico y de referencia religiosa, teniendo su máximo apogeo en los
siglos XVI, XVII y XVIII. Seguir
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