A Pedro Roldán le ocurrió lo que a muchos de
los artistas de su tiempo. Acabó enamorándose y casándose con Teresa, la
sobrina de su maestro, Alonso de Mena. Con ella tuvo ocho hijos, que
acabaron convirtiéndose en escultores que le echaban una mano a su padre en el
taller. Los niños realizaban los trabajos más duros, mientras a las niñas se
les relegaba a las tareas secundarias. Sin embargo, muy pronto la cuarta
hija, Luisa Roldán comenzó a demostrar que era mejor que sus hermanos con
la gubia. Pedro fue dejando para ella los trabajos más complicados y se
acabó convirtiendo en la estrella del taller.
A Luisa Roldán, conocida como La Roldana, le debemos
algunas de las más delicadas imágenes de la Semana Santa de Sevilla. Durante
siglos su condición mantuvo oculta la autoría de sus obras. Fueron primero su
padre y luego su marido quienes firmaron los contratos con los que querían una
escultura suya. Con su padre trabajó en el paso de la Hermandad de la
Exaltación, tallando al Buen y al Mal ladrón, Dimas y Gestas. También es
la reconocida autora del ángel de la Oración en el Huerto de la Hermandad
de Montesión. Seguir
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