Su caso es excepcional, pues se trata de una de las dos
únicas mujeres escultoras que se conocen antes del siglo XIX; la otra, la
italiana del siglo XVI Properzia de’ Rossi, cuya historia tiene un final
trágico. Luisa Roldán, “la Roldana”, es por tanto un caso casi único, que
no solo desarrolló su actividad como escultora, sino que además logró ganarse
prestigio por ello y ascender en la escala social.
Luisa Roldán nació en Sevilla en 1652, hija del
escultor Pedro Roldán. Desde muy jóvenes, Luisa y sus siete hermanos
colaboraban en el taller de su padre, aunque ninguno mostró el amor y las dotes
para la escultura como “la Roldana”. A pesar de que en los talleres de
escultura las mujeres solo colaboraban en las tareas más delicadas, como dorar,
estofar o encarnar la figuras, Luisa desde el principio quiso ir más allá y
empezó a realizar sus propias tallas y diseños.
Todas las hijas del escultor se casaron con ayudantes del
taller y, junto a ellos, continuaron colaborando con el padre. Así también lo
hizo Luisa, que desposó con Luis Antonio Navarro de los
Arcos (también ayudante del taller familiar), a pesar de la oposición del
padre a dicho matrimonio, cuyas razones para ello desconocemos. Rebelde por
naturaleza y anhelando ser libre a toda costa, Luisa llegó a enfrentarse al
padre en los tribunales por la cuestión de su matrimonio: los jueces le dieron
la razón y pocos días después se celebró el enlace. A pesar de los deseos de
Luisa de casarse, parece ser que no fue un matrimonio muy bien avenido. Seguir
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