La revolución científica iniciada en el Renacimiento por
Copérnico y continuada en el siglo XVII por Galileo y Kepler tuvo su
culminación en la obra del científico británico Isaac Newton (1642-1727), a
quien no cabe juzgar sino como uno de los más grandes genios de la historia de
la ciencia. Sin olvidar sus importantes aportaciones a las matemáticas, la
astronomía y la óptica, lo más brillante de su contribución pertenece al campo
de la física, hasta el punto de que física clásica y física newtoniana son hoy
expresiones sinónimas.
Conocedor de los estudios sobre el movimiento de Galileo
y de las leyes de Kepler sobre las órbitas de los planetas, Newton estableció
las leyes fundamentales de la dinámica (ley de inercia, proporcionalidad de
fuerza y aceleración y principio de acción y reacción) y dedujo de ellas la ley
de gravitación universal. Los hallazgos de Newton deslumbraron a la comunidad
científica: la clarificación y formulación matemática de la relación entre
fuerza y movimiento permitía explicar y predecir tanto la trayectoria de una flecha como la órbita de Marte, unificando la mecánica terrestre y la celeste.
Con su magistral sistematización de las leyes del
movimiento, Newton liquidó el aristotelismo, imperante durante casi dos mil
años, y creó un nuevo paradigma (la física clásica) que se mantendría vigente
hasta principios del siglo XX, cuando otro genio de su misma magnitud, Albert
Einstein, formuló la teoría de la relatividad. Seguir
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