Si la arquitectura de un lugar retrata su historia, el costurón urbano que dejó el muro de Berlín al levantarse (en 1961) y caer (en 1989) es la fotografía de una de las grandes heridas de nuestro tiempo. Mucho de aquella cicatriz se ha reparado ya en estos 25 años transcurridos, con una planificación y una pasión constructora admirable que han convertido la ciudad en una, al fin, única y cuasi compacta. Pero hay huecos, físicos o no tanto, que aún perduran y remiten a todo lo terrible que el siglo XX hizo con la, entonces y ahora, capital alemana.
Lola Huete Machado
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